Humanizar el Tiempo

Las redes sociales quieren ya, siempre, todo. Postear, subir historias, estar presente aunque sea en forma de imagen o reacción. Demanda, atención, cuerpos que toman las formas de los dispositivos tecnológicos, tiempos biológicos alterados por estímulos inconscientes, fugas energéticas casi imperceptibles y devastadoras a la vez.
En los últimos meses necesité parar la rueda y asumir que hay momentos en donde no tengo nada para decir, en donde el silencio es aliado, en donde las propuestas y talleres se nutren de otras propuestas.

Vivo el presente.
Habito la incertidumbre, emociones contrariadas y la vitalidad que pulsa firme.
Asumo que tal vez mi manera de trabajar y compartir no va a tempo con la demanda del círculo virtual. Me siento en calma de ser coherente con lo que siento que puedo dar. Mientras tanto subo alguna epifanía cotidiana como esta. Sin expectativas más que sentir que todavía seguimos juntxs y expresar algunas ideas flojas de papeles.

Tal vez se trate de «humanizar el tiempo», de vivir en conexión con lo que siento, pienso, hago, y dejar de fugar nuestro don y fuerza vital como si fuésemos maquinas automatizadas. Los movimientos cotidianos podrían ser un buen ejemplo; si te pregunto cuáles son los movimientos que hace tu cuerpo al despertar, seguramente, entre desperezarte y lavarte los dientes, aparezca el celular. Sin dudas, los artefactos tecnológicos modificaron nuestros hábitos con lo bueno y lo malo, por nombrarlo rápidamente. Ahora, lo importante, es no naturalizar lo que nos es dado, siempre quedarnos con la revancha de poder preguntar o hacer algo diferente, humanizar el tiempo para poder elegir.